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¿Cómo se comporta el cuerpo cuando llega el frío?

La dichosa inclinación del eje terrestre hace que la temporada de frío esté ya presente. ¿Qué supone para nuestro organismo? La verdad es que las bajas temperaturas nos influyen, ¡y mucho! Frente a ellas, el cuerpo tiene dos formas de responder: mejorar su aislamiento y aumentar la producción de calor.

Vasoconstricción periférica

Para ello, lo primero que hace es reducir la cantidad de sangre que circula por las arterias y capilares más cercanos al frío exterior. Técnicamente decimos que se produce una vasoconstricción periférica. Al llegar menos sangre a la superficie del cuerpo, la temperatura desciende en esas zonas expuestas y, con ello, al haber menor diferencia con la temperatura del aire que nos rodea, se reducen las pérdidas de calor. Así conseguimos mejorar el aislamiento corporal. Como consecuencia de la vasoconstricción periférica, podemos experimentar diferentes sensaciones:

  • Algunas partes del cuerpo sufren enfriamientos extremos, pudiendo llegar a la congelación.
  • La sangre que no circula por zonas expuestas al frío lo hace por los órganos internos, pudiendo apreciar, por ejemplo, que necesitamos orinar más, al circular y filtrarse más sangre en los riñones.

Las primeras zonas del cuerpo en reducir su riego más externo son las más alejadas del centro: los dedos de las manos y los pies, la nariz y las orejas. Desde esas zonas, si el frío sigue afectándonos, la vasoconstricción se extiende a las manos y los pies, o al resto de cada extremidad. El descenso de la temperatura afecta especialmente a los músculos, al tejido nervioso y a la coordinación entre ambos.

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Los músculos no trabajan bien con frío. Sus contracciones y rendimiento se ven afectados. Incluso la elasticidad es menor, aumentando el riesgo de lesiones de sus fibras o tendinosas, y la coordinación o armonía de funcionamiento con el sistema nervioso se deteriora. A su vez, los nervios periféricos fríos transmiten mal las señales nerviosas, dificultando los gestos voluntarios  y reduciendo la sensibilidad, lo que puede hacernos perder el tacto fino y la coordinación. Por lo general, la piel y los músculos toleran durante cierto tiempo el descenso de riego sanguíneo, aunque les supone sufrir más frío y tener menos oxígeno para sus células.

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La vasoconstriccion periférica extrema puede llegar a sacrificar los dedos para conservar la vida.

 

Si la situación se mantiene, para evitar daños como la congelación y muerte celular, el organismo es capaz de abrir temporalmente la circulación periférica, pudiendo notar que las manos o la cara se ruborizan o enrojecen, al aumentar momentáneamente la sangre que les riega. Es el mecanismo que se llama vasodilatación paradójica. Pero se trata de breves momentos, porque no se puede correr el riesgo de un enfriamiento general o hipotermia, y la sangre enseguida debe dirigirse a mantener el calor en los órganos internos, que toleran muy mal el descenso de temperatura.

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Termogénesis hormonal

La segunda forma que tiene el cuerpo de responder frente al frío es la termogénesis. Recordaremos que, cuando los músculos “queman” ciertas sustancias químicas (¡vale: las transforman!), aproximadamente el 75 % de las calorías producidas se convierten en calor. Aprovechando eso, cuando luchamos frente al frío intenso se pone en marcha ese mecanismo de termogénesis: gastamos energía para calentarnos. Pero esto no es tan sencillo como parece.

Para producir calor y compensar las pérdidas, ciertas glándulas generan una mayor cantidad de hormonas, como las catecolaminas, tiroxina o las corticosuprarrenales, que se distribuyen por todo el cuerpo en la sangre y hacen que el metabolismo se acelere, activan el uso de la grasa parda, en su caso, y elevan la temperatura corporal.Sin embargo, esa termogénesis hormonal no suele ser suficiente para luchar contra un frío intenso.

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Termogénesis muscular involuntaria

Aparece entonces la termogénesis por contracciones musculares involuntarias. Sin que lo hagamos queriendo, nos damos cuenta de que muchos músculos están más tensos. Especialmente en el cuello, que parece querer esconderse entre los hombros, y la mandíbula, que puede llegar a castañetear. Si con eso no se mantiene en niveles adecuados la temperatura corporal interna, puede que lo siguiente que nos ocurra es que empecemos a tener tiritonas generalizadas.

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Termogénesis muscular voluntaria

Seguro que en alguna ocasión hemos visto alguna prueba de esquí de fondo o biathlon. Si no ha sido disfrutando del entorno del circuito, al menos, en la televisión. Puede habernos llamado la atención apreciar que, mientras el público espectador está forrado de gruesas prendas de abrigo, quienes compiten apenas llevan una mínima ropa interior y un finísimo buzo de licra bien pegado al cuerpo. ¿Cómo toleran tan bajas temperaturas con tan poca ropa ¡Gracias a la termogénesis por contracciones musculares voluntarias!

Ya hemos dicho que casi el 75 % del combustible gastado al movernos se transforma en calor, y como en ese tipo de competición el gasto de energía es tremendo, les permite soportar las pérdidas debidas al intenso frío. ¡Es como si fueran con una calefacción personal en marcha! Por eso, cuando imparto cursos de seguridad en montaña,  insisto en la necesidad de una buena condición física para tener más opciones de supervivencia si la situación se vuelve mala.

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Sin un vestuario adecuado no podemos enfrentarnos a ciertos entornos.

 

Mientras seamos capaces de seguir moviéndonos, saltando o agitando los brazos, por ejemplo, produciremos calor y evitaremos la hipotermia. En ese aspecto, se ha demostrado es mejor hacer movimientos dinámicos que mantener contracciones isométricas (poner duro un músculo, pero sin moverlo), y que se mantiene mejor la temperatura corporal interna si hacemos un ejercicio ligero y mantenido que si es intenso y solo a ratos, por la fatiga.

Cuando la vasoconstricción periférica, la termogénesis hormonal, la muscular involuntaria y la actividad muscular voluntaria no son capaces de compensar las pérdidas de calor corporal,  nos quedan pocas opciones para no entrar en hipotermia.

¡Entonces será cuando desearemos haber escogido muy bien la ropa de montaña!

Por Kepa Lizarraga (Especialista en Medicina del Deporte y colaborador de Forum Sport).

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