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Cómo elegir el calzado infantil de montaña

El calzado infantil de montaña debe proteger los pies del niño/a del rigor del ambiente y la abrasión del terreno, pero sin limitar su desarrollo y maduración, ni producir lesiones. En este post, te contamos todos los criterios que debes tener en cuenta para elegirlo correctamente. 

Los seres humanos adultos tenemos 26 huesos en cada pie. 7 de ellos forman el tarso, en la zona del talón e inicio del pie, 5 forman el metatarso, ubicado en la zona central de cada pie, y en la parte anterior encontramos 14 huesos alargados que son las falanges, formando los dedos.

¿Cómo es el pie de los niños?

En los primeros años de vida la consistencia de esos 26 elementos es poco más que la de unos cartílagos, y no alcanzan su desarrollo y osificación final hasta los 18-19 años, generalmente.

 

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A pesar de su inmadurez, desde que empezamos a intentar deambular, esas tiernas estructuras deben soportar la totalidad de nuestro peso corporal. Y ello puede ocasionar lesiones que afectarán la salud futura.

Por otra parte, la falta de desarrollo y maduración ósea hacen que en la infancia puedan apreciarse numerosas alteraciones en los pies, si bien la mayoría son tan solo variantes de la normalidad que se irán corrigiendo en etapas posteriores de la vida.

Entre ellas, tener los pies planos es lo más frecuente hacia los 4-5 años.

Con el crecimiento y la maduración se corrigen buena parte de esas alteraciones, pero debemos ser prudentes al compartir con nuestra descendencia la afición por la naturaleza.

 

calzado infantil para montaña
 

 

Guía para escoger correctamente el calzado infantil de montaña

Ofrecer consejos generales para una población tan variada y en desarrollo es difícil, pero, vamos a proponer ciertas indicaciones para conservar la salud de esos tiernos pies durante las actividades de montaña.   

¿Cómo debiera ser el calzado infantil de montaña para esas jóvenes personas de entre 6 y 10 años, si no hay ninguna patología que aconseje otra actitud?

 

1. Longitud o talla

  • Dado que el tamaño de los pies cambia a lo largo del día, aconsejamos comprar el calzado a final de la jornada, cuando el tamaño es mayor.
  • Su longitud debe ser entre 1 y 1,5 cm más larga que el pie.
  • Para medirla, podemos extraer las plantillas interiores de ambos lados y pisar sobre ellas.
  • Posteriormente, utilizando los calcetines que vamos a ponerles, ataremos el calzado y pediremos que ande con él, examinando posteriormente si alguna zona de los pies muestra señales de compresión o enrojecimiento.

Cierto que la velocidad de crecimiento de los pies es tal que pudiera hacer necesario cambiar el calzado cada pocos meses, por lo que será conveniente comprobar si la talla sigue siendo adecuada con cierta frecuencia.

Todo un reto para la economía e imaginación familiares.

 

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2. Anchura del calzado:

Debe ser similar a la que medimos a la altura de las cabezas metatarsales; es decir: en la zona de flexión entre el pie y los dedos.

 

3. Interior del calzado:

Comprobaremos que carece de costuras abultadas y que su acabado es suave.

 

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4. Peso del calzado:

Conviene que el calzado infantil de montaña sea ligero. De otra forma, altera la eficiencia de la marcha, que se volverá incómoda o desagradable.

 

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5. Flexibilidad:

El pie infantil es muy flexible, y el calzado infantil de montaña debe respetar esa capacidad de movimiento, especialmente en la zona de flexión de los dedos con el metatarso.

 

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6. Capacidad de torsión:

Sujetando el calzado por el talón y la puntera, y girando una de esas partes en sentido contrario a la otra, debemos poder torcerlo.

De esa forma se respetará el patrón de marcha infantil normal.

 

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7. “Upper” o zona superior del calzado:

Elegiremos materiales transpirables, elásticos y con buena capacidad de aislamiento térmico. El cuero y la tela son adecuados.

 

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8. Contrafuerte o refuerzo del talón:

Debe ser de altura suficiente para evitar que el pie se salga en los movimientos espontáneos, pero sin comprimir la inserción del tendón de Aquiles y el tobillo.

 

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9. Atado del calzado:

Mediante cordón, cable o velcro. Para sujetar el pie y transmitir seguridad, lo que influirá en la mecánica de la marcha.

 

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10. Puntera:

El calzado infantil de montaña no debe comprimir los dedos, sino permitir su movilidad. En la población más joven se preferirá la de forma redonda o cuadrada frente a la ovalada.

Conviene que esté dotada de refuerzos para proteger los dedos en tropezones y golpes.

 

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11. Tipo de horma:

La más recomendable es la recta. Sin tendencia a la abducción (desviación hacia el exterior del eje del pie) ni a la aducción (desviación hacia el interior de dicho eje).

 

12. Talonera:

Ajustada a la anchura del talón y del tobillo, evitando comprimir el tendón de Aquiles.

 

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Conviene que el borde de la caña o cuello sea de material flexible y suave, para permitir cierta capacidad de movimiento lateral, que es natural en edades precoces.

 

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13. Lengüeta:

Prolongada, para evitar que el pie se descalce, y acolchada, para evitar compresiones tendinosas debidas a los cordones.

 

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14. Suela:

De entre 10 y 15 mm de espesor. En estas edades no es importante una gran amortiguación.

De hecho, “sentir” el terreno estimula la propiocepción y ayuda a conformar una marcha adulta sana.

 

15. Elevación de la puntera:

Apoyado el calzado en una superficie plana, es el ángulo con el que la parte anterior de la zapatilla o bota se despega hacia arriba.

Un ángulo de entre 10º y 12º facilitará el despegue de cada zancada y reducirá el riesgo de tropezones con la puntera.

 

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Acertar con el calzado infantil de montaña ha sido y es un problema familiar, pero la salud de los pies merece que meditemos la elección.

Por Kepa Lizarraga, especialista en Medicina del Deporte y colaborador de Forum Sport.

 

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