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Ampollas en la montaña: cómo evitarlas y qué hacer si te sale una

Hace unos meses ya tratamos el tema de las rozaduras en nuestro blog de running, gracias a nuestra podóloga Begoña García. Sin embargo, las ampollas en la montaña presentan problemas adicionales (¿Puedo seguir con la marcha? ¿Durante cuánto tiempo tengo que mantener la protección una vez rota la ampolla? ¿Qué debo meter en la mochila para curarla?) y por eso le hemos dedicado su propio espacio en este blog: ¡Para que no te amarguen ni una sola de tus aventuras outdoor!

No son lesiones graves, por lo general, pero las ampollas en la montaña nos amargarán la excursión, haciéndonos cojear por el dolor en cada paso que demos. Seguramente son el problema que con más frecuencia afecta a quienes amamos el montañismo en sus muy diversas facetas.

Tanto si lo nuestro es el senderismo, como si practicamos la escalada alpina o el esquí de travesía, por citar algunas posibilidades, seguro que recordamos alguna ocasión en que un error en la elección o en el uso del calzado nos ha dejado el molesto recuerdo de una rozadura.

¿Por qué me sale una ampolla?

ampollas en la montaña
Ampolla producida por un pliegue del calcetín

Las que nos interesan en este artículo suelen aparecer por una combinación de presión y rozamiento, aunque también veremos ampollas o flictenas en quemaduras, congelaciones, reacciones alérgicas o ciertas enfermedades, entre otros casos.

Si probamos a frotar el canto de una mano contra la palma de la otra, como si fuéramos a cortarla, y hacemos un poco de presión, bastarán unos segundos para notar que ambas superficies de rozamiento se calientan.

Imaginemos entonces lo que ocurre si ese frotamiento se produce miles de veces y con todo nuestro peso encima.

Pues eso es lo que ocurre cuando el pie se desliza dentro de una bota mal ajustada durante una marcha de varios kilómetros.

El calor generado hará que pronto aparezca una ampolla cutánea, llena de líquido.

¿Qué es una ampolla?

El rozamiento y consiguiente calor producen una lesión en las capas más superficiales de la piel: la epidermis y la dermis.

Sus finísimos capilares se rompen y dejan salir un líquido traslúcido o incluso sanguinolento -según sea la seriedad de la lesión producida-, que se sitúa entre la epidermis (la capa más superficial de la piel) y la dermis (que está justo inmediatamente debajo).

Ese líquido favorece la formación de nueva piel en la zona despegada por la ampolla, cuya capa superficial acabará cayéndose cuando la nueva esté dispuesta a protegernos.

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Esquema de piel y ampolla separando la epidermis de la dermis.

Ampollas en la montaña: ¿Qué hacer si me sale una?

Mientras la flictena o ampolla no se rompa, está protegida frente a la infección y, en muchos casos, si tenemos paciencia y la dejamos “en paz”, es posible que para la mañana siguiente el líquido esté reabsorbido y podamos seguir andando sin hacer nada más que evitar la causa que la generó: algún pliegue de calcetín, calzado mal atado, etc.

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Si dejamos esa ampolla protegida es posible que durante la noche se reabsorba el líquido y podamos continuar con nuestra marcha.

 

  • Por lo tanto, con cuidado, procederemos a limpiar la zona con agua y jabón, la secaremos con cuidado y la protegeremos de cualquier golpe o rozadura que pueda romperla, tapándola con alguna gasa o tirita holgada.
  • Entretanto, si hemos llegado al lugar de acampada o refugio, procuraremos andar con calzado muy abierto. De buena aireación.

En otras ocasiones puede que tengamos que drenar la ampolla: por su gran tamaño o porque no se reduzca lo suficiente durante el descanso para podernos calzar.

Eso supone romper y perder la protección de la piel y producir una herida, que estará expuesta a la posible entrada de gérmenes y al riesgo de infección.

¿Cómo romper una ampolla en la montaña?

  • En primer lugar, limpiaremos bien la piel, con agua y jabón.
  • Tras secarla, aplicaremos un antiséptico, como la povidona iodada, alcohol o agua oxigenada, por ejemplo.
  • Con una aguja estéril, de las de poner inyecciones si es posible, o con una aguja normal, esterilizada mediante alcohol o la llama de un mechero de gas, pincharemos en la zona más baja de la ampolla, si está en el talón o lateral del pie, o en la que quede más libre de presión, si es en la planta.
  • Presionando suavemente con una gasa limpia, iremos drenando el líquido hasta vaciar la flictena.
  • Volveremos a aplicar un antiséptico y, si ya hemos acabado la caminata del día, taparemos la zona del pinchazo con una tirita o apósito.
  • Dejaremos en su sitio la piel de la ampolla, porque además de favorecer la formación de la nueva debajo, nos protege del contacto doloroso.

En caso de que esa operación de drenaje sea realizada a medio camino, cuando aún tenemos que seguir andando

  • Sobre la ampolla pondremos un apósito de silicona o, en caso de carecer de él, esparadrapo de tela. Esto puede parecer una burrada, pero al ser plano, no aumenta la presión en la zona y reduce el rozamiento.
  • Mejor si es de 5 cm. de ancho: pondremos dos o tres capas ligeramente desplazadas unas respecto a otras, para no crear un borde elevado.

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Personalmente, durante marchas largas, mantengo esa protección durante varios días, a pesar de mojarla al lavarse o ducharse (cuando se puede, ¡claro!). Por eso pongo especial cuidado en dejar la zona bien desinfectada, para reducir el riesgo de una infección en una zona poco aireada.

Procuro evitar la humedad y recorto las puntas que puedan despegarse por sudor o mojaduras.

Cuando llega el momento de retirar el esparadrapo, lo hago tras ducharme, para que se despegue con más facilidad, o utilizo disolventes como alcohol, gasolina o acetona, en caso de verlo muy adherido.

Conviene comenzar a despegarlo desde la zona opuesta a la que hemos pinchado, e ir retirando poco a poco la tela desde los bordes hacia ese punto. Así reducimos el riesgo de levantar la piel de la ampolla. Lo cierto es que, con esa técnica, y si han pasado unos cuantos días, es bastante probable que tengamos ya una piel nueva y delicada bajo la vieja.

Sin prisa, porque también nos protege, acabaremos de quitarla cuando veamos que se va soltando de los bordes de la antigua ampolla.

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Si la tratamos bien saldrá una piel nueva bajo la despegada de la ampolla.

¿Y si ya está rota cuando nos descalzamos para ver por qué nos duele al andar?

En este caso estamos ya ante una herida, y lo principal será evitar que se infecte:

  • La limpiaremos con agua y jabón y aplicaremos el antiséptico, procurando que entre también bajo la piel despegada. Eso puede picar, pero es fundamental.
  • Si la piel no se ha desplazado en exceso, procuraremos situarla de nuevo en su sitio y seguiremos con el apósito de silicona o el esparadrapo antes citados.
  • Sólo en caso de que estuviera prácticamente rota y separada, la retiraremos y pondremos las protecciones citadas sobre la zona. Pero andar será entonces más doloroso.

¿Y podemos poner las capas de esparadrapo directamente sobre la herida?

Mi consejo de montañero y médico es que sí. Pero insisto: ¡limpiando y desinfectando bien! Inicialmente será más doloroso.  De hecho, las terminaciones sensitivas de la dermis estarán “al aire”, sin la epidermis.

Si no se infectan, las ampollas en la montaña no son un problema grave, aunque sí muy molesto. Por eso lo fundamental es evitar que se produzcan.

¿Cómo evitar que se produzcan las ampollas en la montaña?

  1. Escogiendo bien el calzado y los calcetines.
  2. Poniendo protecciones si sabemos que con frecuencia sufrimos rozaduras.
  3. Atando el calzado con atención, e incluso volviendo a tensarlo tras un par de horas de caminata, o cada vez que lleguemos a un tramo largo de cambio de pendiente: de subir a bajar, por ejemplo.
  4. Manteniendo secos los pies durante la marcha, cambiando los calcetines cada cierto tiempo si llueve, nos mojamos o hace calor y sudamos.
  5. No dudando en parar en cuanto notemos la más leve molestia en los pies, sin esperar a que surja la ampolla.

Para disfrutar andando es fundamental mantener en buen estado los pies. Así que, ya sabes, ¡sigue estos consejos y olvídate de las ampollas en la montaña!

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Por Kepa Lizarraga, especialista en Medicina del Deporte, en deportes de Montaña y colaborador de Forum Sport.

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