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Ruta ciclista por Madeira: límite vertical

Como buena isla volcánica, Madeira es ante todo vertical; con profundos valles jalonados por espectaculares saltos de agua y una vegetación exuberante, y sin playas naturales. La ruta que os sugerimos tiene como meta el Pico Arieiro, el rey de Madeira. Para llegar hasta allí por la vertiente que os proponemos tendréis que superar tramos equivalentes a 5 Cueñas les Cabres seguidas: ¿Os atrevéis?

Al contrario que muchas de las islas que mejor conocemos, Madeira es muy húmeda, lo que le confiere ese verde intenso que te inunda y se disfruta circulando por cualquiera de sus vertientes. En sus carreteras no huele a mar, huele a bosque.

Las zonas costeras concentran casi la totalidad de la población de la isla y son las que más tráfico registran. Como ya hemos dicho antes, costero no quiere decir que sea llano, al contrario: la carretera que rodea la isla por la costa no es más que un recorrido plagado de trampas, que en algunos puntos, como el Mirador del Cabo Girão, te enfrenta a subidas de más de 600 metros de desnivel.

Madeira
Imagen tomada desde un dron del mirador del «Cabo Girao»

 

Las calles de las localidades y barrios costeros ascienden con casas unifamiliares a ambos lados de la carretera. Son calles empinadas, donde los coches aparcan obstaculizando a veces el paso y desafiando con frecuencia la solidez de sus frenos de mano.

Pese a ofrecer la isla desde el aire un aspecto aparentemente homogéneo, el ciclista verá en su ascenso un paisaje que cambia notablemente a medida que va ganando altitud. Una vez que salimos de las zonas habitadas, las carreteras serpenteantes ascienden a base de rampas colgándose de las húmedas paredes que flanquean los valles desde las alturas. Poco a poco, herradura tras herradura, se van dejando atrás las rocas cortadas para dar paso a zonas boscosas más frondosas, totalmente rebosantes de vegetación y de regatos que riegan sus laderas.

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Las persistentes nubes que a menudo rodean la isla a media altura nos pueden estropear la vista durante un buen rato, pero esto no debería ser más que un acicate para que el ciclista siga subiendo y así poder descubrir en la parte alta un maravilloso mar de nubes bajo un cielo azul profundo. Para ello tendremos que subir por encima de los 1000 m de altitud, ahí donde la frondosa vegetación comienza a menguar (debido sobre todo al azote del viento) y donde las flores ya desaparecen.

Desde esa atalaya podremos contemplar las mejores vistas que Madeira nos ofrece: los picos más altos que dibujan ese perfil recortado tan característico del centro insular, los profundos barrancos que dividen la isla y el perfil del océano perdiéndose en la bruma del infinito. Siempre que las nubes lo permitan, el Atlántico servirá de telón de fondo de nuestros ascensos. La combinación de cascadas, vegetación, barrancos y océano constituye un maravilloso espectáculo en el que enmarcar nuestro esfuerzo; esfuerzo que es el duro peaje que se cobra Madeira.

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Y con todo esto…, ¿qué hay de lo nuestro?

Las altimetrías no engañan: las subidas de la isla son terriblemente duras. No son subidas excesivamente largas, pero en cualquier momento te pueden obligar a rampas a las que no se está acostumbrado en la península. Da igual a dónde quieras ir, una vez inmerso en ella, siempre tendrás que subir y bajar, y en Madeira eso siempre se hace de una única manera, a lo bestia.

Hay infinidad de ascensiones que llaman la atención en la isla. En sí, muchas podrían ser distintas vertientes que confluyen en un punto al cual se llega desde distintos lugares, algunos muy dispares entre sí. Es tal la dureza de las subidas que os vamos a presentar, que algunas de las ascensiones que conocimos y con números similares a los del Mortirolo, pasaron a ser subidas de segundo nivel. ¿El Mortirolo de segundo nivel? Como os hemos dicho en más de una ocasión, todo depende del cristal con el que se mire y con qué se compare. Si comparáramos el Mortirolo con Paul da Serra o con el Pico Arieiro, no habría duda en la afirmación antes escrita: sí, es de segundo nivel.

Madeira en 40 horas

 

Madeira

La visita a la isla en nuestro caso fue fugaz. Llegamos el sábado al mediodía para marcharnos el lunes después de comer. Hubo que madrugar mucho y coger dos aviones. Uno primero que nos llevara a Lisboa y un segundo avión después que hiciera el trayecto Lisboa-Funchal.

Cuatro eran los objetivos que nos habíamos marcado al inicio de nuestro viaje, los cuatros BIGs de la isla: Boca Encumeada (Paul da Serra), Pico Arierio, Cabo Girão, y Eira do Serrado. Con un esfuerzo titánico y una maratoniana etapa el domingo pudimos cumplirlos.

De cara a este post nos vamos a centrar en el que a nuestro juicio es el puerto estrella de la isla: el Pico Arieiro.

Pico Arieiro, el rey de Madeira

A nuestro juicio, el puerto insular más importante. Su escalada ofrece distintas opciones. La subida al observatorio (estación de radar) del Pico Arieiro (1803 metros) es la más emblemática de la isla y es todo un reto, se suba por donde se suba. Si bien alguna de sus vertientes podrían estar catalogadas entre los cinco puertos más duros que hemos subido jamás.

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Observatorio (estación de radar) del Pico Arieiro.

 

El Pico Arieiro tiene numerosas vertientes: todas ellas confluyen en un mismo punto, el Paso Poiso (cota 1382). De ahí en adelante y hasta la cima Arieiro, la carretera que conduce a la estación de radar es común, con un final asequible de 6,6 km al 6,4% de pendiente media. El problema, como ahora veréis, es llegar a ese Paso Poiso.

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  • Vertiente norte: Nace en Praia do Faial. Arranca prácticamente desde el nivel del mar y en 23 km salva los 1.800 m de desnivel. Tiene cuatro escalones: el primero 5 km al 8% de media; el segundo son 4.4 km al 11%, y con el tercero, el más duro, 4.5 km al 12%, se llega al paso Poiso. Téngase en cuenta que sólo esa parte son 9 km al 11,5% o si se quiere 14 km al 10%. De aquí a la cima el cuarto escalón, 6.6 km al 6.4%.
  • Vertiente este: Nace en Santo Antonio da Serra. En 14.5 km salva 1.080 m de desnivel. Tiene un inicio duro con sus primeros 6 km al 10.3% de media; después, con 2 km de algún repecho, se llega al Paso Poiso.
  • Vertiente sureste: Nace en Camacha. En 14 km salva 1.090 m de desnivel. Tiene un inicio parecido a la vertiente anterior: 7,3 km al 9.3% hasta el paso Poiso. Del Paso Poiso hasta la cima es común para todas.
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Vista aérea de la Costa de Madeira desde Camacha, uno de los muchos posibles puntos de partida hacia el Pico Arieiro.

 

  • Vertiente sur: Nace en Funchal por Monte, podríamos decir que es «la normal». La que va por la carretera principal. Desde Funchal hasta el Paso Poiso son 13.6 km al 10% de media. ¿Cuántos puertos en Europa pueden por sí solos hablar de unos números así?
  • Vertiente sur: Nace en Funchal pero, “ojo”, por la  Rua do Comboio. Es la vertiente que subimos nosotros y que ahora mismo os vamos a presentar, y que entendemos es la más dura de todas.
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Vista panorámica de Funchal, capital de Madeira y otro posible punto de partida de nuestra ruta.

 

Vertiente sur por Funchal, vía Rua do Comboio

Tras las huellas del tren

Es bien sabido que los ciclistas utilizamos infraestructuras viarias que en un principio habían sido concebidas para el tránsito en otro tipo de vehículos. Así, el ferrocarril nos ha legado unos trazados maravillosos, que se abren paso a menudo entre rocas cortadas a golpe de pico, túneles encajonados e impresionantes viaductos, y que hoy en día disfrutamos en nuestro país bajo el nombre genérico de Vías Verdes.

En nuestro caso los antecedentes nos trasladan nada más y nada menos que a mediados del siglo XIX y a la lejana isla de Madeira. Esta isla lo tenía todo para prosperar en los albores del turismo: a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX no paraban de proliferar hoteles y residencias de lujo justo encima de Funchal, su ciudad más importante. Estaba naciendo el barrio de Monte.

El trayecto para subir desde Funchal a Monte se realizaba en unos carros de cesto, sin ruedas y arrastrados por bueyes. Con el tiempo se va desarrollando un trazado en línea recta, con pendiente uniforme y flanqueado por fincas y cultivos. Siguiendo el impulso de este turismo de lujo, se inauguró en el año 1893 un vanguardista tren cremallera de vapor que, utilizando este trazado, consigue unir en apenas 2,5 km la parte baja de Funchal cercana al puerto con el barrio de Monte. El trazado ahora es ya una serie de rectas de pendiente constante y con únicamente un gran puente al lado ya de la Estación de Monte.

Dos accidentes acaecidos en el primer tercio del siglo XX y el fin del turismo durante la 2ª Guerra Mundial condenan al cierre en 1943 a una infraestructura ya completamente anticuada. La vía de tren será desmantelada. Se irán poblando los laterales de la antigua vía de tren con viviendas y cercados de una manera desordenada, pero siempre respetando el trazado de la antigua vía, que finalmente pasará a ser asfaltado. En recuerdo a su pasado, a las dos largas calles rectas que se formaron se les llamó Rua do Comboio y Caminho de Ferro. Nacía así el desafío más brutal que Madeira ofrece hoy en día a los ciclistas más intrépidos y aguerridos: la vía directa de ascenso al Pico Arieiro.

Así es. En ocasiones y cuando nos enfrentamos a algo tan brutal como lo que os vamos a describir, uno se pregunta: pero ¿por qué hicieron esto? Sólo los antecedentes históricos que nos han servido de introducción, podían dar una explicación lógica a los apenas 2,7 km que separan el nivel del mar de una altitud de 580 m. Desaparecido el tren y asfaltada la carretera, aún nos ronda la cabeza una pregunta: ¿cuántos coches aparcados en esta interminable carretera se irán calle abajo tras haber cedido sus frenos de mano a lo largo del año?

Subir la Rua do Comboio es subir por donde subía el tren. Ni más, ni menos. Por hablar de un modo más claro y comprensible, es como enfrentarse a 5 Cueñas les Cabres seguidas en  nuestro querido y temido Angliru. Simplemente eso. No va a pasar del 24%, pero no va a bajar del 20%, siendo el último kilómetro al 22,7% de media.

Empieza duro y acaba siendo aún peor.

Madeira
Tras el INFIERNO, llega la recompensa.

 

La carretera es estrecha y está salpicada por algunos cruces como son la rua Luzia, la rua Livramento o la rua San Antonio. La dureza de este tramo es difícil de explicar y de imaginar siquiera. No hay descanso: es una recta, no hay curvas, no hay tregua psicológica, es una recta, que cada vez se hace más dura. Mirar hacia arriba es desmoralizarse aún más. Hay que escoger cuidadosamente los momentos para hacerlo porque te puedes venir abajo. La pendiente la notas, la sientes y no hay escapatoria posible. Es demasiado larga, demasiado empinada, demasiado…recta. Lógico, por ahí iba el tren, y le construyeron la vía en línea recta.

Desde un primer momento lo único que veo es mi rueda delantera y el suelo. Ni siquiera los coches con los que me he cruzado en la antigua vía del tren me han pitado o me han increpado. Se han limitado a esperar en silencio y con paciencia a que pasara, sin enturbiar mi concentración, sin molestarme, testigos silenciosos de mi esfuerzo.

Este tramo de poco más de 2 km constituye por sí solo uno de los mayores retos a los que nos hemos enfrentado sobre la bicicleta. Cuando uno llega al barrio de Monte y vuelve a la dulce carretera principal que sube desde Funchal con pendientes medias nunca inferiores al 11,5% durante otros 5 km, la sensación de alivio que se tiene es indescriptible.

De ahí hasta el Paso Poiso no voy a decir que sea un paseo, porque no lo es, pero tras superar un tramo tan terrorífico desde un punto de vista físico y sobre todo psicológico, uno ya se limita a pedalear con suavidad. Teniendo en cuenta el desarrollo y desgaste con el que se viene de abajo, pese a que aún avanzamos con lentitud, tiene uno la sensación de hacerlo sin esfuerzo.

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Una vez llegado a la general te limitas a recuperar. Sigo con el mismo desarrollo que traía de abajo, sin forzar lo más mínimo.

Llegas al Paso Poiso y ves que es punto de encuentro de un montón de carreteras, todas las que os he descrito anteriormente. A partir de ahí el puerto aún suaviza más y no habrá pendientes importantes hasta el final. Eso sí, el Pico Arieiro se muestra en todo su esplendor. La sensación de humedad de abajo desaparece; disfrutas del aire, la montaña, las nubes que casi las puedes coger con las manos. La parte final es esa que sólo tienen los grandes puertos, los de grandes desniveles.

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La estación de radar y el observatorio, junto con un bar y tienda de souvenirs. Es momento de tomar una Coca-Cola con un pastelito. El día es espléndido. Sol y no hace frío en la cima, ni viento. Nos queda un largo descenso hasta Funchal que haremos por la carretera principal.

Aquí está el gran puerto de Madeira. Existen varias maneras de llegar hasta el Pico Arieiro. Elegid la que prefiráis y no olvidéis que, subáis por donde subáis, estáis ante un coloso en toda regla: el auténtico rey de Madeira.

¿Te apetece ver otras de nuestras propuestas de rutas?

 

Por Rubén Berasategui, colaborador de la revista Ziklo y de Forum Sport.

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