Creta Creta

72 horas en Creta

No llegó ni a 72 horas el tiempo real que estuvimos en la isla de Creta en junio de 2015. La agenda estaba muy comprimida: muchas cosas por hacer y poco tiempo disponible. Un objetivo claro: subir los 6 BIGs marcados en la isla para poder cerrarla. Lo cual nos llevó a tener que recorrer prácticamente la totalidad de la misma, ya que los puertos, como muchas veces ocurre, están desperdigados a lo largo de la geografía local.

Creta, primera jornada: Asfendilia

Volamos de noche y aterrizamos al alba en el aeropuerto de Heraclion, sin que el sol hubiera hecho aún acto de aparición. Montamos las bicicletas y buscamos cobijo por un par de días para nuestras maletas de bici, tan necesarias para el seguro viaje de las mismas, como incómodas y molestas una vez que cumplen dicha función. Cada vuelo es una nueva aventura al respecto.

La compañía con la que tenemos alquilado el vehículo es siempre la mejor opción, pues la maleta está donde coges y dejas el coche. De no ser posible, la consigna de los aeropuertos es también otra solución válida, pero no todos disponen de ella. Cuando esto también falla toca improvisar, negociar, pedir favores.

Aquí también hemos tenido todo tipo de experiencias: hoteles, algún almacén casual, o algun alma cándida que nos ha salvado en más de una ocasión de la papeleta de tener que cargar con las maletas. Éstas, al ser tan voluminosas y rígidas, si no somos capaces de dejarlas, pueden impedir que entremos todos en los vehículos. No es un asunto menor, y si se puede tener estudiado el tema antes de realizar el viaje, evitará sorpresas y disgustos.

En Creta y sin consigna en el aeropuerto, el chico que nos alquiló el coche nos solucionó el problema. Sin haber dormido, salvo alguna corta y ocasional cabezada en el avión, y aún de noche, tocaba el traslado inicial al primer puerto del viaje, Dikteon Andre desde la próxima localidad de Gonies.

Una cabezada antes de afrontar el primer puerto del viaje

Poco antes de las 7 de la mañana llegamos a nuestro primer destino: el parking de un pequeño bar, que aún no estaba abierto y que estaba perdido casi en medio de la nada. Nadie movió un dedo; era momento de echar una pequeña cabezada dentro del coche. Éramos tres y no es que sobrara el espacio, pero el cansancio acumulado que traíamos hizo el resto.

Creta

Aún cansados, comimos algo de embutido y nos cambiamos para afrontar la primera de las ascensiones del viaje. Medio dormidos y con el sol ya apuntando claramente sus intenciones, comenzamos a dar nuestras primeras pedaladas. Afortunadamente el puerto no era duro y nos permitía no sufrir; aunque era largo. Estaba claro que luego iba a hacer calor, pero a estas horas de la mañana, pasamos hasta un poco de frío. La subida no es bonita (ya afrontaremos otras que sí lo son): esta primera ascensión nos deja un poco indiferentes. Al menos consigue dos cosas, despertarnos y despertar nuestro apetito. Tras la foto de rigor toca un largo descenso por donde hemos venido.

De regreso, el bar que permanecía cerrado a cal y canto, ha abierto sus puertas y es momento de comer algo caliente y brindar con una cerveza fría por el primer puerto del viaje. Al final han sido 50 km de primer sector de etapa y entre una cosa y otra 1000 m. de desnivel.

La crisis de Grecia desde las antenas de Asfendilia

La jornada no se detiene: toca traslado en busca del segundo puerto del día, que incluye una pequeña ruta circular para ascender a las antenas de Asfendilia. Ahora, ya despiertos y de día, es cuando tomamos conciencia de lo que es Creta. Disimulada de noche, no hemos podido apreciar la mella que la crisis tan grave que está viviendo Grecia ha producido en la región.

Suele decirse que lo mejor para saber lo que uno tiene en casa es viajar y así poder comparar. El estado de la carretera, el aspecto descuidado de los árboles o la frondosa vegetación son la tónica que uno se encuentra circulando por el país. Lógico: cuando hay poco dinero, se atienden otro tipo de temas más urgentes o prioritarios.

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Ese segundo puerto del viaje lo realizamos en una etapa circular que se inicia desde la localidad de Mesochori. La ascensión principal es más exigente, con un final duro y rampas ya importantes (14%). Es también un puerto muy visual, con marcadas herraduras que le dan un aspecto muy panorámico.

La región está perdida en la nada. Pueblos pequeños y pobres, fundamentalmente viven de la agricultura. Para cuando regresamos al coche, ya hemos consumido las horas centrales del día. Toca ahora un largo desplazamiento en coche de 150 km hasta la costa, concretamente al pueblo de Hora Sfakion.

Primera jornada, superada

Llegados a la pequeña localidad costera donde nos alojaremos, es evidente que aquí viven del turismo. No es casual la elección del lugar: no tiene nada que ver con sus servicios hoteleros, sus calas o playas. El motivo es la cercanía con el puerto de mañana, el puerto estrella de la isla y que además tiene varias vertientes. Nosotros obviamente y pudiendo elegir, subiremos por la más dura. La jornada toca a su fin. Una agradable cena en un restaurante a pie de playa y a treinta metros del hotel. Éste es modesto, y los precios son asequibles.

La competencia turística de las localidades costeras del Mediterráneo es muy fuerte, y aquí en Creta el mayor reclamo es el precio. Ya que no puedes competir por calidad, tienes que tratar de ser barato para poder atraer clientes.

Creta, segunda jornada: antenas de Akones

Madrugamos. Hemos descansado bien: hoy tenemos una larga y dura jornada por medio, con dos sectores y un importante traslado entre ambos.

Tras un desayuno de batalla, nos disponemos a hacer una exigente ruta circular que suba hasta las antenas de Akones. Podríamos haber subido desde el mismo hotel, afrontando una larga y exigente ascensión de 21,5 km y 1250 m de desnivel (6% de pendiente media). Pero por ahí es por donde vamos a bajar.

Comenzamos con un pequeño llaneo hasta la cercana localidad de Nektarios. Desde ahí se inicia una ascensión espectacular por paisaje y por dureza. Los primeros 8,7 km son al 8% de media, pero 6 de ellos son al 10,1%. Es una subida construida sobre la ladera de la montaña y que se abre camino a base de herraduras. Tras un primer collado situado a 734 m de altitud, nos adentramos en el interior de la isla.

Creta: el contraste de la costa al interior

No perdemos altura y continuamos los siguientes kilómetros por un terreno sumamente irregular hasta llegar a Kallikratis, que tampoco os penséis que es gran cosa. El contraste viniendo de donde venimos es muy grande, y no solo hablando de la pendiente. A la costa llega dinero a través del turismo, pero al interior no llega nada o casi nada. El contraste se nota, se palpa en el ambiente: otorga una visión muy distinta de la que el turista que visita la isla, salvo que se tome la molestia de recorrerla de otra manera, nunca llegará a conocer.

Esto es algo que me encanta del reto BIG. Los puertos de la lista se basan en diferentes criterios. El interés turístico es un criterio más, pero no es ni el único ni el más importante de ellos. Muchas veces para ir a buscar estas ascensiones tenemos que visitar lugares que no entrarían en la agenda de un turista común.

Continuando con nuestra etapa, podríamos ir derechos en busca de las antenas de Akones (objetivo final), pero vamos a bajar hasta los 174 m de Argiroupoli, para luego volver a subir hasta donde nos encontramos por otra vía. Ni que decir tiene que esto es lo que da emoción al viaje.

La Creta de verdad

Uno se sumerge en la Creta de verdad, la de las aldeas, poblados que constituyen el día a día de los lugareños. No es que la costa no lo sea, pero la costa es parecida en todos los lugares. Aquí es donde realmente palpamos cómo es la vida de los cretenses. Si además todo esto lo hacemos subiendo y bajando puertos sobre nuestras bicicletas, nuestra recompensa y lo que nos llevamos a casa a la vuelta, es un botín mucho mayor.

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La ascensión para regresar a Kallikratis la hacemos por Asigonia. Otra dura e irregular subida, pero nada comparado con la ascensión inicial que hemos hecho desde la costa. Regresados de nuevo al punto de origen a 740 m de altitud, ahora sí, comenzamos el ascenso final a las antenas. Presenta unos números globales de 6 km al 8% de media, pero son muy irregulares. Hay kilómetros enteros por encima del 10 y 11%, luego poca broma.

Coronado el puerto, y tras disfrutar de unas vistas inmejorables, descendemos directos al hotel por la vertiente que he comentado antes, la más constante y la que está en mejor estado. Es la que emplean aquellos que suben en coche a Akones, porque las pendientes son más normales (6-7%); la carretera es ancha y está bien asfaltada. Sin duda una subida interesante al ser muy panorámica, con muchas herraduras y ofreciendo continuas vistas al mar.

La garganta Samarina

Comemos donde cenamos ayer y mientras nos preparan los platos, aprovecho para darme un baño en el mar: el día invita a ello. Tras reponer energías no nos demoramos ni un minuto. ¡Al coche! Tenemos 105 km de nacional para llegar a Omalos, pueblo situado a 1036 m de altitud y donde dormiremos esta noche. Punto de partida del sector de la tarde.

Cuesta llegar, pero lo hacemos dentro de los tiempos previstos: es la ventaja de haber madrugado esta mañana. La etapa vespertina es bajar para luego subir. Me explico: el puerto prácticamente es el hotel donde nos alojamos hoy. En realidad un poco más: subiremos hasta los 1251 m de Omalos (garganta Samarina) que es el final de la subida y no tiene salida. Dejamos el coche y las maletas en la habitación del hotel y bajamos, ya sobre nuestras bicis, 22 km hasta casi el nivel del mar.

Ya sabemos lo que nos espera, con excepción de los kilómetros finales, que no los hemos visto. Hemos subido en coche hasta el hotel y ahora hemos bajado hasta Chilaro que es donde comienza el puerto. No se puede decir que sea duro. No lo es, pero es largo, muy largo, y al final van a ser 1200 m de desnivel.

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La etapa acaba haciéndose muy dura: los 80 km de la mañana, que sí eran duros, además de sumamente irregulares, el traslado de 2 horas de coche y ahora estos 60 km de bicicleta. Todo acaba sumando y los números globales son respetables. Llego en reserva, con el piloto automático, encendido no, ¡parpadeando! A mitad de subida me he visto fuerte y hasta he metido el plato grande: hemos subido muy alegres. Llegando al hotel he notado un súbito vacío en el estómago, y esos kilómetros finales, que afortunadamente no son muy duros se me han hecho muy largos. Sólo eran 200 m. de desnivel más, pero he llegado muy justo.

Creta: ¿Playa o montaña?

Un restaurante en el mirador me permite recuperar algo. Un dulce y una cerveza. Rápido descenso hasta el hotel, que está en medio de un altiplano que hay en la subida. Una zona muy tranquila y agradable. Prefiero mil veces la tranquilidad de la montaña al jaleo de la playa. Dos noches en Creta y dos hoteles tan distintos y en lugares tan diferentes. Así son muchas veces nuestros viajes. La cena en el mismo restaurante del hotel es buena, y la habitación amplia. ¡Hoy dormiremos como reyes!

Tercera y última jornada en Creta: observatorio de Skinakas

De nuevo toca madrugar. Otra constante en estos viajes: hay que aprovechar al máximo las horas de sol. Apuraremos nuestras últimas horas en la isla con un plan apretado, pero con margen. El vuelo, como a la ida, es nocturno: esta noche no dormiremos en ningún hotel. Eso hace que el día tenga muchas horas, y por tanto tengamos margen para ir cumpliendo el plan fijado.

El sábado hicimos 2 BIGs, ayer otros dos con una vuelta circular matinal que incluía alguna otra ascensión, y hoy tenemos previsto hacer los dos BIGs finales que completan la isla. El primero tendrá un añadido: el BIG está más abajo, pero podemos continuar por una carretera asfaltada, y de ese modo llegar al punto asfaltado más alto de la isla, el observatorio de Skinakas (1752 m). Desde ahí también se divisa la montaña más alta de Creta que supera los 2400 m, pero como no hay carretera de acceso, no podremos subir hasta ella.

A 50 Km/h… en el coche

Comenzamos con un largo traslado de coche (145 km), que nos permite desayunar en abundancia: hay tiempo para hacer la digestión durante las 3 horas que nos llevará el desplazamiento. Así es, no se puede sacar una media superior a los 50 km/h en la isla. Las infraestructuras dan lo que dan. Los cálculos no fallan: para llegar a Anogia (770 m) hemos empleado 3 horas.

A partir de ahí, una preciosa etapa circular. No es larga (56 km) y tampoco muy dura. Presenta una primera ascensión, el BIG, el puerto que hemos venido desde tan lejos a buscar, Ideo Andron (1507 m), pero de ahí iremos en busca del observatorio de Skinakas y sus casi 1800 m, punto asfaltado más alto de la isla. La ruta en otro día magnífico resulta espectacular.

¿Tráfico? Inexistente: praderas y ganado, poco más. Carreteras perdidas en la nada, y donde solo un trabajo previo muy minucioso como el que se toma nuestro guía, nos permite afrontar.

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Regresamos a Anogia cerca de las tres de la tarde y buscamos algún lugar para comer dentro del pueblo. De casualidad damos con un restaurante dentro de una casona y entramos para preguntar. A la primera planta se accede por unas escaleras desde la calle y hay una terraza con mesas, sillas y toldos.

Conociendo a los lugareños

En el interior está propiamente el restaurante, pero no hay nadie ni dentro, ni en la barra. Como no hemos visto nada más abierto, insistimos un poco más y por fin sale alguien a recibirnos. Parece que hemos interrumpido su comida, pero amablemente nos dice que nos sentemos. ¿Dentro o fuera? Donde queramos; ahora vendrá a tomarnos nota. Con el día que hace no hay duda: fuera.

Nos toman nota y viendo que somos foráneos nos preguntan lo típico: que de dónde venimos, y sobre todo, qué hacemos aquí. Es una fiel imagen de todo aquello que os comentaba ayer. Aquí no llegan los turistas: ¿quién se pierde por las calles de Anogia? Nosotros lo tenemos claro: un nuevo BIG, una subida más a conocer en bicicleta y que nos ha traído aquí y nos ha permitido subir al punto más alto de la isla, y sobre todo, visitar y conocer partes magníficas de la geografía local.

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Obviamente no le explico toda esta historia de los BIG, no iba a entenderme; pero sí le digo que nos gusta visitar en bicicleta este tipo de lugares y donde la condición indispensable es que haya montaña, carreteras tranquilas y apartadas, y entorno natural. Les caemos bien, acaban invitándonos a pasar y nos presentan a la familia. Y como si de un clan se tratara, están todos reunidos en la segunda planta a la mesa: niños, padres y los abuelos que presiden todo. Los mayores son los más respetados.

Enseñanzas más allá de la bicicleta

Nos acogen en su casa, nos regalan bebidas típicas elaboradas por ellos (parecidas a nuestro pacharán) y nos dan una lección sin pretender dar ninguna: no hace falta dinero para ser feliz, no hace falta tener grandes cosas materiales. Están reunidos a la mesa, compartiendo lo que tienen, lo que producen y hasta obsequiándote con ello.

Es para tomar nota, porque muchas veces perdemos el tiempo atendiendo lo superfluo y no vemos ni atendemos lo importante. Satisfechos nos despedimos agradecidos por la hospitalidad recibida.

Esto no se detiene, hay que ir en busca de la última subida del día y del viaje, el BIG que cerrará la isla. Para ello nos trasladamos a Choudetsi. La etapa será un subir y bajar por el mismo sitio al puerto de Giouhtas. La subida no es dura, pero no está asfaltada en su totalidad. La lista del BIG no es perfecta, y en ocasiones te llevas sorpresas desagradables.

Afortunadamente, no está tan mal como para impedir el paso de nuestras “flacas”, de modo que echándole un poco de valor y haciendo oídos sordos a las quejas de nuestra fiel compañera, completamos la subida y cerramos los BIGs de Creta.

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Desmontamos la bicicleta por última vez en este viaje; luego tocará plegarlas de nuevo en las maletas. Traslado hacia el aeropuerto de Heraclion. Como el vuelo es de madrugada, tenemos tiempo para cenar de camino y hasta dar un pequeño paseo por la ciudad.

Despidiéndonos de Creta

Devolvemos el coche donde lo recogimos y la misma historia de siempre: guardar, facturar, cinta especial, y por fin, pasado el control, esperar. Uno tiene la sensación de que ha estado mucho tiempo en la isla, y mirando fríamente la estancia no ha llegado ni a los tres días completos: menos de 72 horas. Irte con una sensación así es sinónimo de que el viaje ha estado muy aprovechado.

Nos despedimos con una impresión global muy amplia de Creta en su conjunto. Hemos hecho bicicleta, pero también bastantes kilómetros de coche. Uno se va con la sensación no solo de haber cumplido con el objetivo marcado, sino con la de haber conocido la hospitalidad y buen trato general de los habitantes de la modesta pero interesante isla de Creta.

Gracias y ¡hasta la próxima!

Por Rubén Berasategui, colaborador de la revista Ziklo y de Forum Sport.

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